¿Cuál es la importancia de las políticas energéticas?

Política energética de EE.UU.

Los gobiernos estatales y locales pueden aplicar políticas y programas de generación distribuida para ayudar a superar las barreras de mercado y normativas que impiden su implantación. Algunos ejemplos son los programas comunitarios de energías renovables, las opciones de propiedad de terceros y los procesos de interconexión, entre otros. Más información sobre políticas y programas de generación distribuida.

Los gobiernos estatales y locales pueden apoyar la reducción del uso del petróleo aplicando políticas y programas que promuevan el uso de vehículos avanzados y combustibles alternativos. Algunos ejemplos son la calidad del aire y las emisiones, las normas sobre combustibles renovables y las formas de reducir los kilómetros recorridos por los vehículos. Más información sobre políticas y programas de transporte.

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Se espera que la demanda mundial de petróleo siga siendo saludable durante los próximos años, especialmente en los países en desarrollo de Asia y África. Aunque actualmente sufre una desaceleración debido a la guerra comercial entre EE.UU. y China y al aumento de la innovación tecnológica en materia de renovables, no se puede descartar sin más el petróleo ni ningún otro combustible convencional como el carbón o el gas, ya que forma parte integral de la nueva combinación energética de muchos países (tanto en desarrollo como desarrollados) incluso hoy en día.

Sin embargo, la nueva combinación energética, de la época actual, pone en primer plano el viejo dilema de la gestión de los recursos naturales. Es comprensible que en este contexto exista un conflicto entre las preocupaciones políticas y sociales y, más concretamente, los intereses económicos y medioambientales. La opción de exportar frente a la de satisfacer las necesidades internas es una elección fundamental a la que se enfrentan los Estados-nación y, por lo tanto, es aquí donde una política energética sirve de instrumento adecuado para gestionar los recursos energéticos y su importación-exportación y demanda-suministro.

China es un ejemplo de ello. Líder en tecnología renovable, el gigante asiático sigue exportando su carbón y se dedica a la diplomacia de los oleoductos más allá de sus fronteras. Mientras China hace más ecológica su economía con vehículos eléctricos y otros medios renovables, en otros lugares el país invierte en proyectos de carbón y gas natural. Está claro que el país ha conseguido elaborar y aplicar una política energética que se ajusta a sus necesidades. Por lo tanto, una aplicación eficaz de la política energética es fundamental más allá de la política sobre el papel.

Análisis de la política energética

Al mejorar la eficiencia energética, Estados Unidos no sólo puede ayudar a ahorrar dinero a los consumidores, sino también crear puestos de trabajo al tiempo que reduce el impacto ambiental y la futura demanda de energía. Invirtiendo en tecnologías renovables y modernizando la red eléctrica, podemos mejorar la seguridad y la fiabilidad de nuestro suministro energético y combatir el cambio climático. Desarrollando y utilizando combustibles alternativos, podemos reducir nuestra dependencia del petróleo y proteger la salud pública.

Para ello, tenemos que cambiar las reglas que actualmente dominan nuestro sector energético. Ahora mismo, la mayoría de las empresas de servicios públicos ganan dinero vendiendo, no ahorrando, energía. Los combustibles intensivos en carbono no tienen que rendir cuentas por la contaminación causada por el calentamiento global. El sector del transporte depende de una única fuente de combustible, lo que nos hace vulnerables a las subidas de precios y a los trastornos geopolíticos. El apoyo gubernamental a las energías renovables y a la eficiencia se realiza mediante incentivos imprevisibles a corto plazo, mientras que las subvenciones a las energías fósiles son permanentes y siguen inclinando los mercados hacia las emisiones de carbono. Necesitamos una política energética global que integre las preocupaciones sobre el clima y la seguridad.

Clasificación de la política energética

La política energética es la forma en que una entidad determinada (a menudo gubernamental) ha decidido abordar las cuestiones relativas al desarrollo de la energía, incluyendo su conversión, distribución y uso. Los atributos de la política energética pueden incluir la legislación, los tratados internacionales, los incentivos a la inversión, las directrices para la conservación de la energía, los impuestos y otras técnicas de política pública. La energía es un componente esencial de las economías modernas. Una economía que funcione requiere no sólo mano de obra y capital, sino también energía, para los procesos de fabricación, el transporte, la comunicación y la agricultura, entre otros. La planificación energética es más detallada que la política energética.

En lo que respecta al término de política energética, hay que acentuar la importancia de la aplicación de una política orientada a la ecología a nivel mundial para hacer frente a los problemas del calentamiento global y los cambios climáticos [¿por quién?][1] Las decisiones de política energética a veces no se toman democráticamente[2].

Aunque se sigue investigando, las “dimensiones humanas” del uso de la energía interesan cada vez más a las empresas, los servicios públicos y los responsables políticos. La utilización de las ciencias sociales para conocer el comportamiento de los consumidores de energía puede capacitar a los responsables políticos para tomar mejores decisiones sobre las opciones climáticas y energéticas en general. Esto podría facilitar un uso más eficiente de la energía, la comercialización de energías renovables y la reducción de las emisiones de carbono[3].