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Significado de la polarización
Los republicanos y los demócratas están más divididos por líneas ideológicas -y la antipatía partidista es más profunda y extensa- que en cualquier momento de las dos últimas décadas. Estas tendencias se manifiestan de múltiples maneras, tanto en la política como en la vida cotidiana. Y una nueva encuesta realizada a 10.000 adultos de todo el país revela que estas divisiones son mayores entre los más comprometidos y activos en el proceso político.
La proporción global de estadounidenses que expresan opiniones sistemáticamente conservadoras o liberales se ha duplicado en las dos últimas décadas, pasando del 10% al 21%. Y el pensamiento ideológico está ahora mucho más alineado con el partidismo que en el pasado. Como resultado, el solapamiento ideológico entre los dos partidos ha disminuido: Hoy, el 92% de los republicanos están a la derecha del demócrata medio, y el 94% de los demócratas están a la izquierda del republicano medio.
La animosidad partidista ha aumentado sustancialmente en el mismo periodo. En cada partido, el porcentaje de personas con una opinión muy negativa del partido contrario se ha duplicado con creces desde 1994. La mayoría de estos partidistas intensos creen que las políticas del partido contrario “son tan equivocadas que amenazan el bienestar de la nación”.
Microscopía de luz polarizada
La polarización es una propiedad que se aplica a las ondas transversales y que especifica la orientación geométrica de las oscilaciones[1][2][3][4][5] En una onda transversal, la dirección de la oscilación es perpendicular a la dirección del movimiento de la onda[4] Un ejemplo sencillo de una onda transversal polarizada son las vibraciones que viajan a lo largo de una cuerda tensada (ver imagen); por ejemplo, en un instrumento musical como la cuerda de una guitarra. Dependiendo de cómo se puntee la cuerda, las vibraciones pueden ir en dirección vertical, horizontal o en cualquier ángulo perpendicular a la cuerda. En cambio, en las ondas longitudinales, como las ondas sonoras en un líquido o un gas, el desplazamiento de las partículas en la oscilación es siempre en la dirección de propagación, por lo que estas ondas no presentan polarización. Entre las ondas transversales que presentan polarización se encuentran las ondas electromagnéticas, como la luz y las ondas de radio, las ondas gravitacionales,[6] y las ondas sonoras transversales (ondas de corte) en los sólidos.
Una onda electromagnética, como la luz, está formada por un campo eléctrico y un campo magnético oscilantes y acoplados que siempre son perpendiculares entre sí; por convención, la “polarización” de las ondas electromagnéticas se refiere a la dirección del campo eléctrico. En la polarización lineal, los campos oscilan en una sola dirección. En la polarización circular o elíptica, los campos giran a un ritmo constante en un plano mientras la onda se desplaza. La rotación puede tener dos direcciones posibles; si los campos giran en un sentido de la mano derecha con respecto a la dirección del viaje de la onda, se llama polarización circular derecha, mientras que si los campos giran en un sentido de la mano izquierda, se llama polarización circular izquierda.
S y p polarización
Muchas investigaciones muestran cómo los líderes populistas y antiliberales ponen en peligro la democracia. Pero rara vez se aborda lo que creemos que es un problema más fundamental y subyacente: la grave polarización política.
Queríamos saber: ¿Por qué la polarización ha llegado a un punto de ebullición en tantos lugares en los últimos años? ¿Existen similitudes reveladoras en los patrones de polarización de los distintos países? Y quizás lo más importante, una vez que las sociedades se han polarizado profundamente, ¿qué pueden hacer para empezar a sanar sus divisiones?
Nos centramos en nueve países diversos que se enfrentan al problema: Bangladesh, Brasil, Colombia, India, Indonesia, Kenia, Polonia, Turquía y Estados Unidos. Reunimos a un grupo de académicos con gran experiencia local en estos países, que elaboraron estudios de caso en profundidad.
De ellos extrajimos conclusiones transversales. Y la gran diversidad de nuestros casos -en términos de composición social, instituciones políticas y desarrollo económico- nos abrió los ojos a descubrimientos que podríamos haber pasado por alto si hubiéramos mirado sólo a Estados Unidos y Europa.
Polarización lineal
Cuando Eli Pariser acuñó el término “burbuja de filtros” hace una década, lo definió en sentido estricto como una situación en la que los algoritmos sesgan la variedad de información que obtenemos en línea a favor de las cosas que nos gustan. En aquel momento, le preocupaba que eso pudiera conducir a la polarización política por la menor exposición a puntos de vista divergentes.
Diez años después, Estados Unidos se encuentra en las secuelas de unas elecciones presidenciales hiperpartidistas en las que la gente no sólo no está de acuerdo con los del otro bando, sino que los odia activamente. Los distintos partidos operan en lo que parecen ser realidades diferentes, con conjuntos de hechos distintos o, al menos, con reacciones completamente diferentes a esos hechos. Las redes sociales parecen estar empeorando una mala situación.
La división de Estados Unidos se puso de manifiesto en el número récord de votantes que acudieron a las urnas, en parte para votar a su propio candidato, pero también, y quizás de forma más evidente, para mantener al otro fuera. Biden ganó por una estrecha diferencia de 4,6 millones de votos (hasta ahora) en unas elecciones en las que se esperaba una participación de 159 millones de votantes. Algunas de las lecciones políticas que hemos aprendido recientemente son que las teorías conspirativas tienen un valor real -las noticias falsas pueden difundirse más rápido que los hechos reales en las redes sociales- y que si no nos ponemos de acuerdo en una realidad compartida, cosas más mundanas como el compromiso político seguirán estando fuera de nuestro alcance.